Si esta historia de Ed Brubaker no es la más icónica del "primer gran héroe de Marvel", pega en el palo (hay quienes pueden poner en la cima a otros clásicos como "La Muerte del Capitán América" - también de Brubaker - u "Operation Rebirth" del gran Mark Waid). Sea como sea el caso, la importancia de este arco de 12 números es tan trascendental que fue elegido como el segundo largometraje del Cap en el MCU.
Con el arte de Steve Epting y las colaboraciones de Michael Lark, y el color de Frank D'Armata, Brubaker nos presenta a un Capitán América todavía tribulado por la muerte de su mejor amigo, Bucky Barnes, aunque esto haya sucedido literalmente en otra época. En aquel entonces, en medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando Steve Rogers era un símbolo de la lucha contra el nazismo, el gobierno norteamericano optó por incluir al muy joven Barnes - huérfano que el ejército había adoptado como una especie de mascota - como el estandarte opuesto a las Juventudes Hitlerianas. Barnes, quien a temprana edad gozaba de unas habilidades para el combate únicas, se hizo pronto el gran amigo y confidente de Rogers. En una misión donde intentaban desactivar un misil enviado por el Barón Zemo, el Capitán cae al mar siendo testigo de cómo el misil explotaba con Bucky todavía en él. Dándoselos a los dos por muertos, el Steve Rogers es encontrado años más tarde congelado, siendo resucitado décadas más tarde y uniéndose a los Avengers en su lucha contra el mal. Sin embargo, la cruz de la muerte de Bucky es una que nunca se pudo quitar de encima.
El general Lukin se ha hecho con el Cubo Cósmico (el famoso Tesseract) y ha hecho sociedad nada más ni nada menos que con el enemigo histórico del Capitán: Cráneo Rojo. Por si fuera poco, Lukin también cuenta con un misterioso asesino a sueldo - que no hace ni falta aclarar es el Soldado del Invierno - . Rogers irá descubriendo poco a poco, con la ayuda de Nick Fury y de la Agente Sharon Carter (con quien tuviese un romance no hace tanto) el entramado de la historia, aunque lo último que Steve cabría esperar es que Bucky siguiese vivo...y que fuese el mismísimo Soldado del Invierno.
Brubaker logra combinar de forma más que exitosa el género superheróico con el terrorismo, dotándolo a su vez de un aire de Guerra Fría aggiornado. A esto deben de sumársele los flashbacks que nos van poniendo a tiro de la relación que Rogers tenía con Barnes, mientras se abren un par de arcos secundarios en paralelo. Epting brilla en su trabajo, así como los colores de D'Armata - con un juego de sombras exquisito - se lucen a lo largo de toda la obra.
La magia de este arco radica sin dudas en lo anteriormente mencionado, pero además en la complejidad emocional que se le da al Capitán, un héroe que estamos acostumbrado a verlo mucho más en un blanco o negro en la toma de decisiones o valores. Sí cuenta con elementos ya añadidos antes, como la humildad que caracteriza al "héroe fuera de tiempo", su mirada más naive del mundo que comienza a cambiar, o la vocación de ayuda desinteresada al prójimo, hecho que muchas veces lo asemeja al principal héroe de la competencia (entiéndase DC Comics). Sin dudas, un comic recomendado.
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